martes, 2 de septiembre de 2014

Usar la comida como antidepresivo. El hambre emocional es una especie de alerta de que algo sucede.

Tras los problemas de obesidad o de trastornos de la alimentación siempre existe un conflicto
Madrid, España.- Crisis de pareja, estrés laboral, inseguridad social, falta de autoestima… problemas de la vida cotidiana que en menor o mayor grado nos desequilibran al hacernos sentir emociones negativas. Pero cuando confundimos este malestar con el hambre y utilizamos la comida como un antidepresivo o ansiolítico natural es cuando la señal de alarma comienza a sonar
“Somos más lo que sentimos, que lo que comemos”, señala la psicóloga Julia Vidal quien en su trayectoria profesional ha constatado que tras problemas de obesidad o de trastornos de la alimentación siempre existe un conflicto emocional no resuelto.
Identificar las emociones es el primer paso: “El control emocional es entender qué me pasa y qué hacer con lo que me pasa”, apunta.
La señal sería el hambre emocional, una especie de alerta de que algo sucede. Por ejemplo, indica Vidal, cuando hemos cenado bien y a continuación devoramos una tableta entera de chocolate. “Si esto es la anécdota de un día, no pasa nada, pero si se convierte en algo habitual debería sonar como si fuera una ambulancia con todas las luces y sirenas en marcha”.
Muchas veces no es fácil identificar el problema que nos lleva a devorar, puede ser desde un leve malestar emocional por cualquier suceso cotidiano, a un estado de ansiedad sostenido en el tiempo o una depresión.
El ser humano come para vivir, tenga hambre o no. Pero la comida también es una motivación social, de disfrute, para compartir.
Cuando tenemos hambre se rompe el equilibro en nuestro organismo y nuestro instinto nos lleva a buscar la armonía con el alimento. “Pero si se rompe esa estabilidad porque estamos preocupados, angustiados, tristes…también podemos intentar recuperarla a través de la comida”.
Es entonces cuando utilizamos los alimentos como antidepresivos o ansiolíticos naturales. Está claro que disfrutar de la comida es un placer en sí mismo que, dentro de la normalidad, va a disminuir las emociones negativas.
Julia Vidal insiste: “La comida es un peligroso ansiolítico o antidepresivo por doble razón: porque te sientes culpable al generar un problema de peso y, por otro, porque no estás atendiendo al problema real que tienes”.
Cuando nos desahogamos con la comida, lo normal es escoger alimentos muy calóricos (los azúcares, los hidratos de carbono en general, elevadas cantidad de sal…) Cuanto más sabroso es un alimento, más potente es el estímulo que nos alivia.
Sin embargo, cuando comemos una dieta equilibrada y variada a base de hidratos, grasas y lípidos acompañada de ejercicio y otros hábitos de vida saludables, nos sentimos bien, nivelados, en armonía. No hay que desterrar los alimentos calóricos de nuestra vida, solo tomarlos de vez en cuando. Prohibir puede llevar a la obsesión y…¡vuelta a empezar!
Tomado de la red.